sábado, 11 de febrero de 2012

HÉROES SIN PEDESTAL
El último libro de Camilo Pérez Salamanca
Héroes sin pedestal es el tercer volumen del Quinteto de Ibagué, del que ya se han publicado dos volúmenes: Inquilinos del novecientos (1900 -1920) y Para contarle al olvido (1920 - 1940). En este libro, Camilo Pérez Salamanca detiene el tiempo y el espacio (1940 - 1960) para exhibir sin velos a un Tolima que aunque desgarrado por la violencia y castigado por la naturaleza siempre ha estado dispuesto a salir adelante con la alegría y el coraje del pueblo Pijao que le caracteriza.
El autor, a la manera de losfauvistas, nos dibuja un cuadro de colores vivos y de un sensible contraste cromático. El rojo sangre colinda con el rojo pasión; el negro dolor, se enfrenta al verde esperanza... Esta pintura toma vida y a través de ella se pueden escuchar los gritos de mujeres y de niños que todo lo perdieron; el bramido del río, que como un toro encerrado, rompe su cerco y desciende arrasando lo que encuentra en su camino; las conversaciones animadas de los personajes que soñaban proyectos para darle solución a la miseria. De allí surgieron utopías como la del Pescaducto o la del Lecheducto -que acabarían con la malnutrición de los niños, y se consolidaron sueños grandiosos como el de la Universidad del Tolima.
Camilo Pérez Salamanca
Camilo, haciendo uso de sus recuerdos e investigaciones, nos teje únatela de texturas diferentes, como esas cobijas que nuestras madres nos hacían de retazos de variados colores y con las que cubrían amorosamente nuestros sueños... A través de estos diversos relatos, logramos escuchar historias mágicas y extrañas como la de Golondrina Fernández, o la de la Cuchillera de Laureles; conocer a personajes extraordinarios como el lotero "Cholagogue"... Podemos también deleitarnos con la música y la alegría del primer San Juan, que fue organizado para exorcizar los demonios dominantes.
Esta obra es una invitación a visitar y conocer nuestro pasado, que es la base para construir el futuro que ambicionamos. A éste, podemos animarlo con los sonidos que elijamos y adornarlo con los colores que queramos.
Amparo Nielas Moreno
Srenobles - Francia, septiembre 2011

sábado, 29 de enero de 2011

La Alcaldía

Entro a la Alcaldía, dejo un documento,
el vigilante señala las distancias,
doy el primer paso, escaleras angostas,
camino corto, las gentes suben y bajan,
al tiempo lo miran en el pulso, la cita está próxima.

Segundo piso, mil nombres de alcaldes,
dos murales prehispánicos de Julio Fajardo,
un panal de miel y vinagre.
un rostro feliz, tres rostros tristes,
un río de baldosas, testigo de tropelías y rapiñas al afecto.
Llegan los comuneros,
las diligencias en las carpetas, papeles fríos,
aquí el poder es una quimera,
va como el papel moneda de mano en mano,
las paredes no ríen, el poder ha reído tanto que a veces ni se ríe.
Una carcajada lejana es una burla,
un concejal abra/.a a un desconocido,
las elecciones se aproximan, ese voto es necesario.
Un caudillo de barrio o de vereda, incita a ejercer la democracia,
el despacho es un mitin de sueños,
la espera es eterna, el tiempo silencioso,
una secretaria repite las mismas frases,
no mira el rostro de nadie,
la puerta de adentro está cerrada,
no hay vacantes, esperen afuera.

Un portero se creé Dios, éste nada lo puede,
envuelve las palabras, en largos soliloquios,
Un cale matutino trae el aroma de la patria,
esa patria en pocillo, es ajena.
Continúo ordenando mis pasos, otra escalera angosta, menos transeúntes,
dos funcionarías dicen : ";ese churra/o es gay",
a una mujer se le arruga el alma, otra vez la espera,
suena un celular, timbra el teléfono,
un secreto de estado, una diatriba, un chisme, una intriga,
todo está permitido, hasta el odio.
Un auditor controla lo no controlable,
al alcalde se le hacen callos en los dedos firmando documentos,
¡silencio;! estamos trabajando,
la de los tintos tiene cicatrices en los dedos, va a limpiar los grises ventanales,
una comisión habla de ese puente arrasado,
otra de la avalancha de anoche, el murmullo es balada cotidiana.
la rutina envuelve las miradas, el horizonte está cerrado,
se me acabó la escalera, el regreso es inminente,
otra mujer me mira, tiene un niño en sus brazos,
parece que no hay mañana, he devuelto los pasos,
el afán tiene piernas, no hay quietud en los ojos,
otra vez la escalera, los cuerpos presurosos,
aquí estamos trabajando.

Primer piso, la perorata venenosa vuela como un halcón,
las garras son lengua, nada es igual y todo es lo mismo,
el trabajo tiene ritmo de bolero, ¿esto es verdad o es mi improperio?,
veo a los hombres frente a las pantallas,
no todo es bueno, ni todo es malo,
una maestra dice: "¡me nombraron!",
un hombre con uniforme verde revisa sin emoción las cédulas,
salgo a la calle, la fila es enorme de los que quieren entrar,
una bandera en lo alto saluda al visitante,
o tal vez me está despidiendo.

martes, 11 de enero de 2011

De CAMILO PEREZ SALAMANCA



Ibagué en Flor
Ibagué en septiembre se hace flor.
los encajes lilas, blancos y amarillos, tejen su policromo,
las Evas  núbiles siembran ocobos en el alma.
a lo lejos la voz de Leonorcita, canta: "No hay nada más lindo que tú".
desde la eternidad el piano de Castilla, interpreta el Bunde Tolimense,
la tempestad de pétalos van cayendo, en aguacero tapizando prados y andenes,
en septiembre los poetas sueltan a! aire palomas mensajeras.
Arturo Camacho Ramírez, escribió. "Nada es mayor que tú, sólo la rosa"
José Faxir Sánchez: "Quiéreme ahora que estoy vivo",
el territorio lindo de la tercera, es un mar de sirenas con alma,
el sábado huele a tamal y la sandía ofrece el aroma del paraíso,
en septiembre murió Tulio Varón y Denhur Sánchez. escribió: "Buen viaje Generar,
Lolita Golondrinas saltó de la novela
para desfilar por la enorme pasarela de la Tercera.
El Libro Cantor de Álvaro Hernández
en septiembre resucitó a nuestros héroes de la infancia,
el Nevado del Tolima en la altura, coquetea con las Mores de ocobo en la lanura,
en verano el cantarino río Combeima, besa la piel de sus mujeres,
Amina en el paraninfo de la música, entrega a Euterpc una corona de ocobos,
frente al palacio del mango, 'I nana pintó a "Nosotros los Pijaos”,
en la catedral del gol de la 37 el canto se hace vinotinto y oro,
de la eternidad vinieron Baco y Dionisio a degustar el Tapa Roja,
Ibagué en septiembre se hace flor.
en Pan de Azúcar, Adonis y Afrodita inician la bohemia de los besos,
cometas y panderos de colores buscan algún misterio, en las entrañas de las nubes,
La Martinica como un gigante inolvidable, vigila el ritmo y los sueños de la ciudad.
El León del Tolima Pedro J. Sánchez, es la leyenda
el hijo del Olimpo que conquistó la gloria en las montañas.
Edna Margarita Rud  Lucena, la afrodita de la nueva Pompeya
trajo toda su belleza en su rostro de mujer.
Olga Walkiria Sánchez, la Venus de la canción, canta “Llévate todo, menos el bar".
las gargantas de Silva y Villalba perfuman de ternura la ciudad,
el Viejo Tolima con su picaresca sanjuanera
le saca sonrisas a las cuerdas y a la gente.
La Selección Tolima del 64 y 68,
subieron como héroes imberbes por la angosta tercera de otro tiempo,
como si hubieran ganado los campeonatos en Marte, en Júpiter o en la Osa Mayor.
Ibagué en Flor es la fiesta de la palabra
y el canto poético de los que en su alma hay vergeles,
Edgar Varón, Víctor Sánchez, María del Carmen Mantilla, Oscar Amaury
y una tropa de palabreros
que han hecho de la estética una fiesta de la inteligencia,
las salas de arte se iluminan con los rostros y las obras de Mariana Várela.
Claudia Llanos. Ana María Rueda. Azucena Ramírez y Ana María Devis,
las esculturas de Edmundo Fachini, Enrique Saldaña y Totoya Bonilla
parecen tener el aval de Galatea
y ser mundos nacidos de la dimensión estética en esta época.
Las trompetas de Chilo Rey se escuchan a lo lejos
siempre suenan cuando florece Ibagué.

sábado, 16 de octubre de 2010

SEÑORA IBAGUE

Señora Ibagué, el tercer milenio entró por tus calles, avenidas, puertas y ventanas, durmió en tu lecho bordado por ocobos, mientras los cantores afinaban las gargantas. Los cerros vigilantes te arrullaban, el río cantarino, -aunque enfermo- sigue su canto enamorado mientras los periquitos verdes en concierto forman el coro feliz de la esperanza. El nevado del Tolima o la gran montaña blanca, conocida en las lenguas arcaicas, como la morada de los dioses, te sigue guardiando desde el comienzo de la historia.
El verde llano por donde llegaron los dioses blancos infectados de sífilis, cambiándole el nombre de Metaima por el Valle de las Lanzas, se extiende hasta más allá del Yuma, llevando la noticia que tienes la fragancia de la primavera. La música, ha sido desde siempre la epidermis con que te cubres el alma, y el espíritu. Las mujeres de tu jardín humano, tienen la limpidez de las estrellas del cosmos y el talento sin fin para la construcción del futuro.
Templo musical que soñara Castilla, con su sala de conciertos a la espalda del sol, espera el Ángelus diario en las gargantas melódicas de sus masas corales. La Catedral con sus cuatro centurias, guardando en los archivos, el recuerdo y los sueños de Ismael Perdomo, Pedro María Rodríguez Andrade, Arturo Duque Villegas, Rubén Isaza Restrepo, José Joaquín Florez y Juan Francisco Sarastí, los siete obispos, que te ha nombrado el Papa, continuaban aquí la tarea de Cristo. Esa misma catedral, restaurada, luego que en 1606 los pijaos acaudillados por el cacique Calarcá, arrasara con ella y el villorío, en protesta por tanta villanía en nombre de Dios y la corona. Los aborígenes de entonces, como grandes estrategas de la guerra, se llevaron la campana del máximo templo, cortando con ella el más grande medio de comunicación de la época.
De esa antigua arquitectura nada ha quedado, o una que otra fotografía, que como escritura, recuerda que el barroco en Ibagué, fue alguna vez inquilino y redobló sus hierros, maderas y mármoles en diseño majestuosos en todas las entradas de tus viviendas. El viejo mercado de Bolívar, ascendido a plaza, tiene parecido al retrato de Dorian Gray del dublínés. Oscar Wilde, que en vez de envejecer, rejuvenece con los años. Que no tuviste arquitectura colonial dicen ahora, cuando yo creo que la devoró el fuego de tantos incendios padecidos.

El terrorífico grito de ¿Amé! Ya no revuela en la ciudad, como lo hacia  con el antiguo San Bonifacio, porque fantamas más actuales y corruptos, hicieron cotidianos otros miedos, ahora, las uñas largas se esmaltan sus protagonistas se visten de frac y cuello blanco hasta conducen vehículos blindados. No led temen al código porque saben que la ley es un perro bravo, que muerde solamente a los de ruana.  El viejo panóptico de la calle diez, iniciado en el siglo diez y nueve por el general Casabianca se parece a un monasterio de pecados. La vieja gobernación con sus figuras de mármol de águila y leones, fue derribada para el nacimiento del edificio que en su tiempo se dijo: "tiene ciudad", o es el mayor elefante blanco de la historia.
La cueva del Frayle que debería ser un patrimonio histórico, arriba del parque Centenario y del nuevo terraplén de la Pola, lo mataron los restauradores del paisaje. Lo taponaron para que el cura sin cabeza no caminara por ahí, como un trashumante sin destino. El viejo caserón de Emiro Kastos o sí prefieren Juan de Dios Restrepo, en la meseta, por la vía al nevado, se mantiene de pie como un anciano aunque se desmoronaran sus bloques de nostalgia; se niega a caer porque entiende es un mojón de la historia que recuerda que ahí vivió y murió, el autor de María luego de haber llegado derrotado de Antioquia y destrozado por las fiebres palúdicas de la Guajira. La casa de Jorge Isaacs, ya no es más que una mansión del olvido, que recuerda que de aquí partió a la eternidad su más célebre inquilino.

El centenario colegio de San Simón, creado al comienzo de la república, por la sabía razón de Santander, sigue forjando los hombres del futuro. Depositario del patrimonio antiguo del desaparecido convento de Santo Domingo, llegando a ser dueño de esclavos y de inmensas fortunas y terrenos que el tiempo y los hombres dilapidaron. Los terrenos iban desde el Bermellón bajando a San Bonifacio, pasando por Doima y continuando a Honda, ese gigante del pasado, que tienen la mirada hacía el río y aunque desgreñado tuberculoso, no pierde la imponencia del pasado. Las tierras de San Simón se fueron fertilizando, en la danza despótica de aduaneros de botines que lo fueron repartiendo como las tahúres sobre la mesa de juego.
Ibagué, abandonó el proyecto de tener Escuela de Minas con aulas universitarias, una facultad de medicina, de ese prestigio simoníano, que era la llave para abrir los cerrojos de las universidades, ya poco queda, aunque dio títulos superiores convalidados, no cuajó el proyecto de esa universidad. El antiguo y nuevo seminario, oliendo a neftalina y santidad, despertando a los acordes de piano, violines y trompetas que interpretan su insigne vecino, musical sigue ahí como Seminario Mayor pidiendo al Dios de las alturas, que tus hombres convivan con respecto mutuo, sin agredirse como bestias de la selva. De la Casa de Arco ya no queda sino una placa metálica que dice "Aquí pernoctó el Libertador Simón Bolívar" sin más datos y un chisme mantenido para la tradición oral, -el proceso que al parecer se lo llevó, un ladrón honrado- que sostiene que aquí, Simón Bolívar fue procesado por estupro. Algunas crónicas afirman, que un buen padre, que tenía por cargo la alcaldía, le rindió honores al Padre de la Patria, lo embriagó con místelas y alabanzas, queriendo hacerlo su yerno de inmediato. Le entregó en el lecho las dulces mieles de su hija. El libertador, viejo zorro de las guerras de las alcobas, aceptó gustoso el presente, pero rechazó la encerrona matrimonial y se ganó un proceso más de los muchos que tuvo por insurgente. Al partir de Ibagué Simón Bolívar, seguramente llevaba una enorme carcajada.
La Cédula Real sobre tu escudo de armas no se conoce, pero en investigaciones realizadas por Carlos Rodríguez Maldonado se sostiene que su heráldica sirvió para adoptar el escudo de la provincia de Mariquita. El escudo de armas para la Villa de San Bonifacio de Ibagué fue solicitado entre 1788 y 1819 habiéndosele concedido después de la declaración de independencia, poco antes de que el caudillo de la libertad José León Armero, presidiera lo que hoy es el Tolima, una República soberana, con congreso y límites y constitución, llamada: Mariquita.
Señora Ibagué, las arrugas del tiempo no se han detenido en tí. Te quitaron tus techos pajizos de otro tiempo, las tejas de barro coloniales, te fundieron terrazas con hierros y cementos, las casas como dibujitos de niños, con patios, solares, se te volvieron torres que parecen desafiar el infinito. Los antiguos vendedores de agua, con los primeros brillos del alba pasaban con sus recuas, gritando: ¡agua! ¡agua! O los vendedores de leña o de carbón también iban gritando su producto, como lo hacían al final del siglo XX los carros transportadores de cilindros con gas.

No todo tiempo pasado fue mejor, distintas las épocas andadas por las generaciones pretéritas. Las casas de techos pajizos donde anidaban jilgueros y escorpiones, le cedieron el paso a las hermosas casas diseñadas en planos y pensadas por artistas de la arquitectura. Las angostas calles, distribuidas en camellones, barríalosos e intransitables para pies humanos, se ancharon para el desfile tumultuoso de la ola amarilla, sobre las avenidas y los buses contaminadores. Como no conocían los carros, la basura la recogía el municipio en bueyes y los basuriegos iban con una campanita en la mano llamando la atención. Los aljibes, ojos de agua con filtros de roca en los solares, se te cambiaron por las llaves que te lleva el agua a las alcobas. Las hornillas de leña o carbón te las reemplazaron por estufas computarizadas y hornos microondas, el toque del cacho para llamar a distancia, se cambió por el teléfono automático, o por el novedoso celular. Que se sepa no tuviste chasquis, pero sí razoneros, que durante centurias fueron propietarios de tu memoria, y el chismorreo encantador de las comadres que quitaban honras y restauraban la lepra espiritual a la hora del te o del chocolate con bizcochos. En esas viejas conversaciones de comadres. Señora Ibagué. se conocieron muchas llagas debajo de las enjalmas y que en las familias del más alto turmequé. La historia se escondía una abuela puta, un tío bobo, o una sobrina loca. El refrán de "no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague", aquí los chismorreadores de oficio lo cambiaron por "No hay deuda que no se cumpla, ni puta que no se case". En Ibagué no hay casas sin solar, tonto, ni familia bien sin oveja negra o hija sin reputación.
Señora Ibagué, ya no eres la vetusta villa de ranchos pajizos de 1.550 -1600, ni la devastada por los incendios pijaos de 1.600 a 1.610, ni la conventual pacata y retrógrada del siglo XV111. Tampoco eres la arrugada ciudad del pañolón, las alpargatas, la ruana y el sombrero de la guerra de los mil días, ni la pequeña y deprimida de los años treinta, ni la gris, temerosa y luctuosa de la época de la violencia partidista de los 50 - 60. Las casas de bahareque murrapo a orillas de camellones y caminos, donde tejieron los sueños los abuelos, amaron, engendraron y procrearon la esperanza, le dieron paso a las avenidas y al avión.
Tu cuerpo sabe de música, a bambuco, bolero, danza, son, el ritmo se te sale por el alma en susurros melódicos que el viento vuelve notas y pentagramas. Los excusados o letrinas de hoyo colectivos, donde los habitantes iban a descargar el organismo, se te cambiaron por sanitarios que parecen obras de arte o diseños con imaginación.

Señora Ibagué, de tí podríamos escribir: ni tanto honor, ni tanta indignidad.

Siempre tendrás aduladores que te veneran y bendicen y detractores que te maldicen y te llamaron: Ciudad de la peor condición, tendrán hijos con estiércol en el alma, pero también hijos con ocobos, cámbulos y Jacarandas florecidos en las llanuras del alma y el espíritu. Hijos como Luís Forero de Latorre, proponiéndote un lecheoducto, un cable aéreo para subir al nevado a despicarlo, la pavimentación del río Combeíma, si era nombrado alcalde. El Gurú Larín Amaya Yelta o Alfonso Polanco, que incluía en su programa de gobierno la construcción de una torre de babel de trescientos pisos, para resolver tu problema de vivienda y quien te construyó la calle fantasma, para que no pierda la ruta el duende, el mohán, la candileja, o el poíra de tus leyendas. Desde que un alcalde quiso poner preso a Simón Bolívar, la moneda se voltio y muchos de tus burgomaestres son los empapelados con procesos. "La muía retinta" que recorría hediendo a azufre todo San Bonifacio, no se murió en un despeñadero de la historia, sino cambió de rumbo, como el viento por los caminos de Cómala Macondo o Papelonga. Otros espantos renovados, llegaron trayendo aterradoras y lucíferinas leyendas, el tiempo se encargó de apagar.
Señora Ibagué, de ese estilo de gallina chirosa, llena de barrios tuguríales, cuando los directorios de los partidos divididos en grupos y tendencias encontraron en las invasiones, unas minas de votos. Los caciques de barrio y vereda te tugurísaron y de ahí nacieron el Restrepo, Matallana.. El bosque, San José, María Eugenia, Augusto E. Medina, El Baltazar, Alberto Santofímío, Uríbe Uribe y muchos otros con nombres de próceres locales.
En aquellos años en que los traficantes del desencanto, no eran urbanizadores piratas, sino cuatreros de las tierras baldías, volvieron propietarios a los desheredados por Dios o por el destino, a cambio, como diría un culebrero, de la hipoteca espiritual a un partido, por el resto de la vida y la cuota upaquízada en votos que aumentaría hasta el desasosiego. Ya nada queda de esa tuguríal, con su desfile de casitas de plástico, papel y cartón a orillas del río Combeima o línea del ferrocarril, que hacía pensar a los viajeros que habían llegado al paraíso de la desolación y el abandono estatal. Hay que reconocer que los dueños de las haciendas electorales, le apostaron a un nuevo modelo y cambiaron ladrillo, cemento y tejas, por el raído cartón, papel y plástico para que aquellos humillados y ofendidos volvieran a reír. Claro que en los albores del tercer milenio los desplazados de la guerra han vuelto a invadirte con casuchas de la desolación.



Los dueños del poder y de la gloría, los omnipotentes señores de los partidos repartidos, en tendencias grupos y grupúsculos en aras de conservar la clientela electoral les llevaron los servicios públicos mandaron trazar mejores calles, para cada carnaval. Pavimentaban una a una así le fueron quitando esa lepra de suburbio y hasta ese festival de putas pobres, olorosas a críolina y hospital de la calle catorce, quince, diez y seis, diez y ocho, hasta la veinte parecen haber emigrado llevándose el inventario sifilítico a otra latitud más allá de tus fronteras.
Los grafiteros aprovecharon la ausencia total de policías para escribir: "Aprovecha para ser feliz que Dios está durmiendo", o "las putas al poder, porque sus hijos no pudieron gobernar", "un ángel sentado en la punta de un alfiler, oye cuando una mujer orina" o este de los tiempos del apagón de Gavírístas y de la hora Cesarísta adelantada: "ellos se roban la plata y nosotros a oscuras y madrugando". Las mujeres joden mucho, cómanselas por favor", "por un orgasmo cósmico, amemos más la tierra" o este luego de un robo de cuadros en el Instituto Municipal de Cultura y de "las aves cayendo al mar" de Alejandro Obregón en el I.T.C.: "al ladrón se le olvidó la luna en la ventana", luego que aquel ladrón honrado devolviera por correo parte de la colección robada.

Cambiaste tus residencias con mujerzuelas de pata en pared, con nombres como “muñeca de loza", "flor de azalea", "golondrina viajera" o "cuartito azul", por moteles: como Casa de dioses" -donde se perdonan los pecase - Abierto "para estar feliz - "la alcoba de cupido -para que un ángel sea testigo-" "mí oficina" -para hacerte la secretaría de mis afectos- "casa de campo" -serás la orquídea y yo el colibrí- "plenitud" donde dirás ¡amor! Por fin en plenitud, la Estera del Ángel. Ibagué la ciudad musical, la ciudad de la primavera encantada o la ciudad enamorada.
Señora Ibagué, se te fueron tus trenes, pero te llegan aviones. Han cremado parte de tus recuerdos, pero te queda memoria. San Bonifacio es la nostalgia; Ibagué tu avasalladora realidad. El azul de tu cielo pintado por Lafont. El sol de los venados pintado por Jorge Elias Tríana. Las gordas virginales de Arcadio González. Tus mitos y leyendas Julio Fajardo, los depredadores por Manuel León y las puticas tímidas de los bares sombríos de Calderón y tus santos renacentistas con celulares, en tenis o con ropa de marca de Darío Ortiz Robledo. Carlos Orlando Pardo, Amaría mucho a Lolita Golondrina para dejarte unas cartas sobre la mesa y a La Muchacha del violín para dedicarle las primeras palabras, aquí en tu suelo "los inmigrantes encontraron la plenitud del paraíso."
Señora Ibagué, yo también quiero ser tu amante y con Jorge Valencia Jaramillo cantante: "te lo juró por Dios que lo único que quisiera tener después de muerto sería una eterna memoria, para acordarme siempre de ti", mí señora Ibagué.


IBAGUÉ
CIUDAD SIN MAR Y SIN  GABIOTAS
PERO CON PERIQUITOS
Y PRIMAVERA ENCANTADA



Ibagué... ciudad sin mar y sin gaviotas, sin navíos ni marineros, pero con un río Combeima aventurero, con golondrinas viajeras, periquitos cantores y ocobos pintados con los colores del amor. Ciudad encanto, puerto seco desde donde partió como marino andino, para ser ciudadano del mundo Magroll el Gaviero, personaje de Álvaro Mutis, y Ciudad con las mismas calles restauradas por donde se fue Darío Echandía, pensando que era mejor "echar lengua que echar balas" y "meter las patas que meter las manos; con un chinchorro al hombro para pescar la noche y las estrellas en la eternidad. Ciudad donde Jorge Isaacs entró a los remolinos siniestros, sin María del brazo, y sin los remordimientos guerreros llevándole a los dioses la novela del amor y el perdón para los aduaneros y saqueadores del alma. Ciudad de Alberto Castilla, el príncipede la libertad y la palabra, que se inventó un templo para abrirle puertas y ventanas al espíritu. Ciudad de Luís Forero Latorre el mayor soñador con el solio del palacio amarillo, que creía posible El "Lecheoducto", para entregar con manguera ese líquido blanco a los hambrientos y desvalidos de tus habitantes. Ciudad desde donde se marcharon Maximiliano Neira Diago y Neira Lamus, viendo al paraíso de azul, con ángeles y vírgenes azules y sembrando de banderas del mismo color el universo y maxímílíanízando el cosmos mientras a ellos lo envolvía su bandera que creían que era la del redentor. El general Adriano Tríbín Murcia y don Adriano Tríbín Piedrahita, dos estandartes en tiempos diferentes, que sublimaron la palabra y le dieron a la tradición un altar en sus creencias así fueran a la equivocación. Garzón y Collazos, quienes tenían trompetas en las gargantas, Pedro J. Ramos con paisaje en el alma, Manuel Ramírez Castaño un ganchódromo para la risa y el goce de la bohemia. Emilio Rico muerto y resucitado vuelto a morir y a revivir. El Conde D'Artaluz, vestido como un gentleman, o "Cachaco de Monte" creyéndose el tumbalocas de toda la tercera con 12. Desde aquí se fueron al olvido José Joaquín Flórez Hernández llevando una homilía, Rómulo Perdomo, la juridicidad en la memoria para salvar las almas del infierno; Juan Tole Lis los genes de una raza estropeada y que en el más allá, aspira a reivindicar. Las mujeres de talle musical, que con Amalia Torres Muñoz, Gabriela Isaacs, Julia Inés Santofimio, Alicia Víla o Lucy Víana, se fueron de fiesta al Paraíso. Tulio Varón, el caudillo de la espada invencible, que se bebió todo el rojo de su sangre, como aguardiente de sacatín del que era su mejor catador. José Ignacio Camacho Toscano, el director insigne de la banda; Héctor Sánchez, Humberto Beltrán, Álvaro y Luis Carlos Echandía y Juan José Arbeláez reporteros de más allá de las estrellas, o Roberto Ruiz, el novelista que quiso entrevistar a Dios y se quedó dormido en el zaguán a la entrada de la inmensa alcoba de las once mil vírgenes, buscando amar por siempre a Marílyn Monroe.

Ibagué ciudad sin mar, sin gaviotas, y sus mejores golondrinas, las que llamaron inviernos y veranos y reinventaron la primavera encantada, se fueron con la muerte que no es más que un largo olvido, como lo dijo Darío Jiménez, antes departir, sin llevar la valija del regreso.